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SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ O LAS TRAMPAS DE LA FE

 

Fue uno de los más maravillosos amores literarios de Octavio paz. La estudió a través de muchas, muchas décadas, hasta llegar a plasmarla en un libro que más que ensayo, es una novela histórica que toda y todo mexicano tendría la obligación de leer. Aquí, entre estas páginas escuché llorar a Octavio Paz, este inmenso poeta y ensayista que le dijo al mundo que  somos sensibles e inteligentes; este hombre que estuvo siempre en la polémica de entre los que lo amaban y los que lo odiaban, pero que nunca dejó el pulso literario que lo llevara a encumbrar a Sor Juana en el conocimiento del Inconsciente Colectivo que, para nuestra desgracia, es bastante pobre en nuestro contexto.

Aquí nos narra las vicisitudes de una mujer que lo fue todo para sí misma y para los demás: poeta, escritora de obras de teatro, de autos sacramentales, y muchas otras prosas; pensadora científica que se atrevió a retar el machismo de su época, a través de críticas que hizo públicas en sus escritos, y que por ello se ganara el repudio de la siniestra santa inquisición que, nunca, he sabido qué carajos tenía de santa.

Obsesionada por ser humana evolutiva antes que mujer, escribió su poema “Redondillas” o también conocido como “Hombres necios”, donde descarga toda la hilaridad que le provocaba la actitud mediocre de los hombres atrapados en sus propios venenos de prejuicios, y de un sentido del poder en el que la mujer sólo debía servir para la casa y para ser objeto sexual.

Las leyendas nos dicen que aprendió a leer y a escribir a la edad de 4 años; que se vistió de hombre para intentar su ingreso en lo que se consideraba la máxima casa de estudios de aquella época. Se ganó el respeto de hombres generosos y mujeres que pensaban y sentían como ella. Es por eso que el 20 de noviembre, en que se cumplen 44 años de haber sido fundada la Biblioteca Pública “Primo Feliciano Velázquez”, hablaremos del poema referido, contrastándolo o más bien relacionándolo con el machismo que sigue siendo un cáncer para las mujeres, e incluso para muchos hombres que quieren dejar de ser machos. La calamidad machista es para ambos en muchos sentidos.

 

Sor Juana Inés de la Cruz, tuvo que renunciar a su biblioteca y a sus instrumentos científicos, bajo la advertencia de que podía ser llevada a las malditas mazmorras de los tribunales de la siniestra inquisición. Lo hizo, pues estaba desamparada. Se dedicó a atender a enfermos de la peste y agarró la infección que la llevó a la muerte. Pero mire usted, está considerada como la “Fénix de América”, la “Décima Musa” y la “Décima Musa Mexicana”. Acompáñenos a las 12:00 y/o a las 17:00 horas.  Están ustedes invitados y, si notan que no pongo fechas, es porque lo que más me interesa consiste en que lean las obras de ambos autores mexicanos y entonces, cuando sientan que les dicen algo, las fechas no son memoria forzosa, sino placer y admiración.

HÉCTOR ESQUER.      

DETENTE SOMBRA

Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía. 

REDONDILLAS

Hombres necios que acusáis
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.

Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis
para prentendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Opinión, ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues como ha de estar templada
la que vuestro amor pretende?,
¿si la que es ingrata ofende,
y la que es fácil enfada?

Mas, entre el enfado y la pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?

¿O cuál es de más culpar,
aunque cualquiera mal haga;
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?

¿Pues, para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.

VIDA, POEMAS Y OTROS AUGURIOS DE MANUEL JOSÉ OTHÓN

 

La Biblioteca “Primo Feliciano Velázquez”, dentro de los Jueves de Conciencia Bibliotecaria, presenta, el 27 de noviembre, 12:00 y 17:00 horas, conversaciones y lecturas de poemas de Manuel José Othón (1858-1906), con motivo de un aniversario luctuoso más del ilustre potosino que nos diera representatividad en las letras universales, con textos maravillosos como: En el Desierto-Idilio Salvaje, Himno de los Bosques, y otras poesías de gran calidad que han declamado, leído y grabado incontables generaciones en México y en el resto del mundo. Logró ser miembro de la Real Academia de la Lengua Española en México, y un intelectual que vivió su pasión dentro de un contexto que tenía tanta necesidad de encontrar su personalidad, después de los movimientos sociales que nos legó la Independencia. También fue dramaturgo y narrador de cuentos que siempre dejan un sabor a misterio ubicado en los adentros rurales, y que resultan deliciosos. Tiene, en honor a su memoria, su Casa-Museo en el Centro Histórico de nuestra ciudad, es parte de los personajes que han merecido estar en la Rotonda de los Hombres Ilustres; escuelas, calles y universidades llevan su nombre y le rinden agradecimientos. Es por ello que la cita es en la calle 3, 805b, en la colonia Industrial Aviación, a un costado de la iglesia de la Santa Cruz. La entrada es gratuita, y el evento estará a cargo de Héctor Esquer. Mayores informes: 8337553. 

IDILIO SALVAJE

¿Por qué a mi helada soledad viniste
cubierta con el último celaje
de un crepúsculo gris?... Mira el paisaje,
árido y triste, inmensamente triste.

Si vienes del dolor y en él nutriste
tu corazón, bien vengas al salvaje
desierto, donde apenas un miraje
de lo que fue mi juventud existe.

Mas si acaso no vienes de tan lejos
y en tu alma aún del placer quedan los dejos,
puedes tornar a tu revuelto mundo.

Si no, ven a lavar tu ciprio manto
en el mar amarguisimo y profundo
de un triste amor o de un inmenso llanto.

II

Mira el paisaje: inmensidad abajo,
inmensidad, inmensidad arriba;
en el hondo perfil, la sierra altiva
al pie minada por horrendo tajo.

Bloques gigantes que arrancó de cuajo
el terremoto, de la roca viva;
y en aquella sabana pensativa
y adusta, ni una senda ni un atajo.

asoladora atmósfera candente
de se incrustan las águilas serenas
como clavos que se hunden lentamente.

Silencio, lobreguez pavor tremendos
que viene sólo a interrumpir apenas
el balope triunfal de los berrendos.

III

En la estepa maldita, bajo el peso
de sibilante grisa que asesina,
irgues tu talla escultural y fina
como un relieve en el confín impreso.

El viento, entre los médanos opreso,
canta como una música divina,
y finge bajo la húmeda neblina,
un infinito y solitario beso.


Vibran en el crepúsculo tus ojos,
un dardo negro de pasión y enojos
que en mi carne y mi espíritu se clava;

y destacada contra el sol muriente,
como un airón, flotando inmensamente,
tu bruna cabellera de india brava.



IV

La llanura amarguísima y salobre,
enjuta cuenca de océano muerto,
y en la gris lontananza, como puerto,
el peñascal, desamparado y pobre.

Unta la tade en mi semblante yerto
aterradora lobreguez, y sobre
tu piel, tostada por el sol, el cobre
y el sepia de las rocas del desierto.

Y en el regazo donde sombra eterna,
del peñascal bajo la enorme arruga,
es para nuestro amor nido y caverna,

las lianas de tu cuerpo retorcidas 
en el torso viril que te subyuga,
con una gran palpitación de vidas.

V

¡Qué enferma y dolorida lontananza!
¡Qué inexorable y hosca la llanura!
Flota en todo el paisaje tal pavura
como si fuera un campo de matanza.


Y la sombra que avanza, avanza, avanza,
parece, con su trágica envoltura,
el alma ingente, plena de amargura,
de los que han de morir sin esperanza.

Y allí estamos nosotros, oprimidos
por la angustia de todas las pasiones,
bajo el peso de todos los olvidos.

En un cielo de plomo el sol ya muerto,
y en nuestros desgarrados corazones
¡El desierto, el desierto... y el desierto!

VI

¡Es mi adiós...! Allá vas, bruna y austera,
por las planicies que el bochorno escalda,
al verberar tu ardiente cabellera,
como una maldición, sobre tu espalda.

En mis desolaciones ¿qué te espera?
-ya apenas veo tu arrastrante falda-
una deshojazón de primavera

y una eterna nostalgia de esmeralda.

El terremoto humano ha destruido
mi corazón y todo en él expira.
¡Mal hayan el recuerdo y el olvido!

Aún te columbro, y ya olvidé tu frente;
sólo, ay, tu espalda miro cual se
mira
lo que huye y se aleja eternamente.

ENVÍO

En tus aras quemé mi último incienso
y deshojé mis postrimeras rosas.
Do se alzaban los templos de mis diosas
ya sólo queda el arenal inmenso.

Quise entrar en tu alma, y qué descenso,
¡qué andar por entre ruinas y entre fosas!
¡A fuerza de pensar en tales cosas
me duele el pensamiento cuando pienso!

¡Pasó...! ¿Qué resta ya de tanto y tanto
deliquio? En ti ni la moral dolencia,
ni el dejo impuro, ni el sabor del llanto.

Y en mi ¡qué hondo y tremendo cataclismo!
¡Qué sombra y qué pavor en la conciencia,
y qué horrible disgusto de mi mismo!





ANGELUS DOMINI

Sobre el tranquilo lago, occiduo el dia,
flota impalpable y misteriosa bruma
y a lo lejos vaguísima se esfuma
profundamente azul, la serranía.

Del cielo en la cerúlea lejanía
desfallece la luz. Tiembla la espuma
sobre las ondas de zafir, y ahúma
la chimenea gris de la alquería.

Suenan los cantos del labriego; cava
la tarda yunta el surco postrimero.
Los últimos reflejos de luz flava

en el límite brillan del potrero
y, a media voz, la golondrina acaba
su gárrulo trinar, bajo el alero.

II

Ondulante y azul, trémulo y vago,
el ángel de la noche se avecina,
del crepúsculo envuelto en la neblina
y en los vapores gráciles del lago.

Del septentrión al murmurante halago
los pliegues de su túnica divina
se extienden sobre el valle y la colina,
para librarlos del nocturno estrago.


Su voz tristezas y consuelo vierte.
Humedecen sus ojos de zafiro
auras de vida y ráfagas de muerte.

Levanta el vuelo en silencioso giro
y, al llegar a la altura, se convierte
en oración, y lágrima, y suspiro.

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EDITOR: MARIO O. DÌAZ DE LEÒN JASSO

TEXTOS:HÈCTOR ESQUER QUIÑONEZ

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