Sin embargo, con estas magníficas demostraciones de sensibilidad teatrera y literaria a la par de la espontaneidad que le imprime, quedó demostrado que la curiosidad por pensar e imaginar, siempre están alertas en los asombros que causan los personajes histriónicos como Cuco, y que le inyecta  a sus presentaciones una buena dosis de jovialidad dentro de ninguna cuadratura, antes una creativa libertad que ofrece confianza para opinar inteligentes ocurrencias que nos hacen reír y, por lo tanto, nos vuelven cualitativos ante la existencia de cada segundo, envolviéndonos de calorías que nutren a la voluntad y al espíritu.

A partir de las cartas de la lotería mexicana, misma que ya es casi, una especie en peligro de extinción, Cuco nos enseñó a improvisar historias con cada una de las figuras a que este sabio juego hace referencia, y que agrupa en sus azares a una vastedad de personajes, objetos y cosas que convivieron -y aún tal vez lo hagan-, pero con más pujanza dentro del México de los inicios del siglo veinte, hasta la década de los setentas aproximadamente. Después, y como es el caso de muchos juguetes y juegos tradicionales, han sido casi sustituidos por la avalancha de  televisores, juegos electrónicos, computadoras, teléfonos móviles, etc.